¡Lo que da de sí una cenita con Nieves!
Aprovechándonos (¿o sería mejor decir abusando?) de su estancia en Barcelona, Alfred, Queralt, Jaume y yo disfrutamos de una deliciosa conversación sobre los diferentes matices y enfoques del aprendizaje-servicio.
Es inevitable en estos casos acabar hablando de las perversiones, o si la palabra suena demasiado fuerte, de los riesgos.
Nieves, que conoce proyectos de todos los colores, tamaños y olores, nos alertó del estudiantecentrismo, una tendencia fácilmente identificable en el momento actual, con la mala prensa que tiene el profesorcentrismo, un enfoque autoritario y desfasado, que considera al docente el centro de la sabiduría, el que cede conocimientos…
Por reacción y contraste, el estudiantecentrismo se opone al anterior, poniendo la lupa en el desarrollo individual y la iniciativa del estudiante. Nada que objetar: ¡ya recogimos en su momento las nefastas consecuencias del profesorcentrismo!… sino fuera porque a poco que nos descuidemos podemos pasar de un individualismo a otro sin darnos cuenta.
Como que las buenas conversaciones requieren digestión lenta y provechosa, al día siguiente todavía paladeábamos estas ideas, y de pronto vimos muy claramente dos tendencias en aquellos proyectos ApS iluminados de estudiantecentrismo (¡que afortunadamente son pocos!):
El Yo-bambi: donde lo más importante es la autoestima, la satisfacción personal, el «¡qué bien me sentí haciendo esto!». Un pelín de mimo psicológico, vaya.
El Yo-killer: donde el acento se pone en la importancia de entrenarse, de curtirse… para comerse el mundo. Un «me va a ir muy bien enterarme», «voy a sacar un gran provecho…»
En ambos casos predomina el yo, el propio ombligo o el egoísmo cognitivo. Las antípodas de la sociedad comunitaria, donde todos y cada uno formamos parte del nosotros, donde los problemas de los demás y los retos sociales son también mis y nuestros problemas y retos.