Como hoy se celebra el Día de los Derechos de la Infancia, tenía pensado poner algo sobre el tema, pero no lo voy a hacer por dos motivos:
En primer lugar, porque siempre digo lo mismo, me repito como el ajo: que si hay que creer en la capacidad de los niños y niñas para provocar cambios, que si la tan cacareada participación infantil ha de ser algo más que defender su derecho a quejarse y a opinar, etcétera. Bueno, pues me voy a callar un ratito, a ver si así pasa algo.
En segundo lugar, porque esta mañana acabo de leer un pequeño reportaje que me ha emocionado: los hermanos Eva García y José Francisco García están impulsando la Asociación de Alpinistas con Cáncer.
Padeciendo esta enfermedad, han escalado cimas del Kirguistán, como el Pico Lenin y el Khan Tengri, y ahora se proponen el pico Pobeda, todos ellos «sietemiles».
La montaña nos ha ayudado a superar esta enfermedad porque, igual que el cáncer, el alpinismo también exige capacidad de sufrimiento y espíritu de superación, cuenta Eva en el reportaje de La Vanguardia.
Están transmitiendo su historia y su mensaje a los niños y niñas que también tienen cáncer, al tiempo que lanzan su proyecto Montañas para la Esperanza, a través del cual intentarán también dotar de una aula de estudio a los niños del Hospital Infantil de Bishkek.
El dibujo que acompaña este post es precisamente de uno de los niños -¿probablemente una niña?- de este hospital. La princesita, con su cucurucho y su velo, rodeada de flores y animales, es toda una declaración de esperanza.
No quería hablar de los derechos de la infancia, pero es inevitable pensar en ellos después de conocer el proyecto de Eva y José Francisco: si no existe el derecho a que los niños y niñas conozcan personas con la pasión vital de estos dos alpinistas, por favor, que lo pongan en la lista.