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¡Qué manía con los másters!

Hace más de treinta años casi pierdo una amistad por negarme a ceder la recensión de un libro de Freinet para que pudiera plagiarla.
La necesitaba para aprobar su curso de pedagogía en la universidad y, bueno, yo era una insensible incapaz de entender sus durísimas circunstancias personales: casada con dos hijos, trabajo de maestra, etcétera.
Con reprobable falta de empatía, a mi me parecía que sus circunstancias eran tan duras como las de muchos de sus compañeros que también querían aprobar el curso y, en cualquier caso, consideraba que la obra concreta de Freinet que tenía que trabajar era deliciosa, fácil e inteligible hasta para un chaval de doce años.
Me viene la anécdota a la cabeza al hilo de estos episodios surrealistas de másters fantasmas (no hablo de los de verdad). Con el agravante de que no entiendo otras cosas, porque además de insensible, debo ser muy estúpida:

  • ¿Para qué necesitan estos politicos poner que «tienen» un máster en su currículum? Subrayo lo de «poner».
  • ¿Quién se lo pide? ¿El partido?
  • ¿Es una medalla prestigiosa que nunca viene mal? ¿Estamos hablando sólo de alimentar el ego?
  • ¿Vale la pena, si se quiere hacer carrera política, arriesgarse a mentir en algo tan demostrable?
  • Suponiendo que sea necesario tener un máster en el currículum ¿por qué no lo hicieron siguiendo las mismas reglas del juego que el resto de sus compañeros?
  • ¿Hasta dónde puede llegar la exigencia de «hágame usted un trato de favor» que tengo una vida muy achuchada?

Puestos a exigir nivel en los currículums personales de los políticos, la verdad es que yo pondría la lupa en otros aspectos que son elementos clave en la formación real de las personas llamadas a ejercer responsabilidades públicas.
Lamento si parece demagógica, pero esta sería mi lista:

  1. Experiencia de trabajo en la vida real, es decir, que no sea una persona que sólo ha trabajado en su partido político. O sea, que ni siquiera ha salido de él.
  2. Experiencia de compromiso social con el entorno: en asociaciones, movimientos populares, voluntariado…
  3. Hablar otro idioma a parte del propio.
  4. Haber salido del país y conocer otras culturas y territorios.
  5. Hábito de lectura y capacidad de escribir razonablemente bien.
  6. Capacidad de hablar ordenadamente, sin confundir ni marear a la gente, sin alargarse demasiado.
  7. Capacidad de dialogar sin insultar ni mentir.

Bueno, hay más aspectos, pero creo que todo al final tiene que ver con el calado humano y la formación real y no con tener o no tener un diploma.
El teatro de los másters fantasma es una comedia frívola que va de aparentar. Por favor, exijamos formación real a nuestros políticos.
 

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