No deja de ser curioso que en español exista la frase, muy utilizada, de «vergüenza ajena» y, en cambio no hay una expresión similar para referirse a lo opuesto, es decir, al «orgullo ajeno«.
Mónica Cantón de Celis me trasladaba esta observación durante el II Congreso Internacional de Educación Colegio Heidelberg, en el que ambas participamos hace unos días.
Una se siente orgullosa de sus hijos, de su pareja, de sus amistades… Pero ¿no te ha pasado nunca que te has sentido orgullosa de personas que no pertenecen exactamente a tu círculo de apegos? Es una mezcla de admiración, fascinación y adhesión hacia lo que determinadas personas, capaces y generosas, dicen o hacen…
Bueno, pues Mónica cuenta que en yidish existe una expresión concreta para referirse a esto, y se concentra en una sola palabra: Naje. ¡Qué bonito concepto!
Soy afortunada de sentir naje muchas veces, como me ha pasado en este congreso canario.
- He sentido orgullo ajeno al ver a los chicos y chicas del Colegio Heidelberg volcados en su papel de anfitriones y conductores del evento.
- He sentido orgullo ajeno por el director, Miguel Ángel Montenegro y su increíble capacidad de liderazgo cálido y acogedor.
- He sentido orgullo ajeno por los colegas de las ponencias y talleres, como esa inmensa Mar Romera que cerró el congreso con una conferencia-míting absolutamente genial, en la que nos hizo volar sobre una escoba emulando el quiddish de Harry Potter.
Citando a Roberto Aguado, Mar identificó la curiosidad, la admiración, la seguridad y una pizca de alegría como las emociones clave para el aprendizaje. Subrayó, además, que la alegría -tan celebrada en algunas pedagogías actuales- no puede ser la única fuente y meta del aprendizaje, porque si no va acompañada de las otras tres, a la larga genera debilidad e incapacidad para encajar la frustración.
Cuando una siente naje todo se absorbe y se disfruta mejor: las palabras aparecen más claras, los matices más luminosos, las emociones más intensas.
¡Vamos a añadir Naje a nuestro vocabulario!