Cooperar no es lo mismo que coordinarse. Coordinarse es un acto de inteligencia – porque la descoordinación es una amenaza organizativa- , mientras que cooperar es un acto de amor porque, aparte de inteligencia, necesita un plus de afectividad y generosidad.
El educador o educadora que conoce el proyecto de una organización social del barrio y anima a su alumnado a participar en él, o incluso ajusta su agenda escolar para permitir que los jóvenes relaten cómo les fue su experiencia de participación, está empezando a «coordinarse» con la entidad social.
Cooperar es dar un paso más, es ponerse a trabajar en red, a trabajar juntos escuelas y entidades sociales, las fundaciones, las ONG y los ayuntamientos, compartiendo un mismo proyecto, aunque cada parte asume lo que le toca.
Ayer estuve conversando de todas estas cosas con docentes de diferentes territorios de la Argentina asociados a la Fundación Voz. Las instituciones educativas donde trabajan se caracterizan por su compromiso con la comunidad y con la transformación educativa que necesita la escuela de secundaria.
En la iniciativa que comparten, Transformar la Secundaria, se afirma: La escuela transformadora es una escuela profundamente enraizada en su entorno. Forma parte activa del mismo, construye el tejido social en la realidad en la que se inserta, se transforma en un actor protagónico del desarrollo local de su comunidad.
Ciertamente, cooperar, trabajar en red,es más complicado que coordinarse, pero hay poderosas razones para intentarlo:
- porque el trabajo en red facilita el conocimiento directo de los servicios y recursos del territorio, cosa que permite a la escuela sacar un mejor provecho académico de los mismos.
- porque compartir responsabilidades educativas es una estrategia básica para conseguir retos que la escuela no puede alcanzar sola.
- porque la motivación y compromiso de los estudiantes mejora cuando establecen contacto con modelos positivos de personas adultas de la comunidad, con proyectos sociales útiles e interesantes.
- porque mejora la imagen institucional y la visibilidad de la escuela en el barrio, y esto es especialmente importante en zonas sociales deprimidas o marginalizadas.
- porque mejora el impacto social de la escuela en el barrio, ya que difunde en la comunidad la cultura educativa, valores y principios del profesorado.
Me pedía Fundación Voz que hablara de los riesgos a tener en cuenta a la hora de trabajar con las organizaciones comunitarias y les compartí las 10 recomendaciones que me inspira la experiencia:
- Tomarse tiempo para conocerse y saber cuáles son las necesidades y prioridades de cada socio.
- Antes de cooperar, aprender a coordinarse: contar con alguna experiencia previa reconocimiento o apoyo.
- Conectar con los interlocutores adecuados: Detectar quién lidera el proyecto a compartir en cada organización social.
- Comenzar por cooperar juntos en proyectos pequeños y muy concretos: Dejar los proyectos ambiciosos para cuando se tiene más recorrido como socios.
- Poner por escrito los acuerdos previos, sobretodo los objetivos que perseguimos ambas partes (escuela y organización social) con el proyecto común, y las cuestiones organizativas, económicas y de distribución de responsabilidades que -siendo medios y no fines- a veces pueden ser las que generan más lío.
- Mantener comunicación fluida durante la ejecución del proyecto común, para vivir el proyecto al día y resolver los imprevistos con el mínimo conflicto entre los socios.
- Registrar y visibilizar el proyecto a nivel interno, para compartirlo con los equipos de cada institución y estabilizarlo.
- Evaluar conjuntamente con la organización social tanto el proceso seguido como los resultados del proyecto común.
- Repetir el proyecto: para consolidar el trabajo en red y afinar el proyecto común, con una vez no basta. Hay que resistir la tentación de saltar de flor en flor, porque, igual que una melodía, para que salga armoniosa hay que repetirla.
- Divulgar el proyecto en la comunidad, presentándolo como una iniciativa realmente compartida. Esto ayuda poderosamente a consolidar el trabajo en red.
Las redes que debemos tejer en la comunidad deben ser inteligentes, pero sobretodo deben ser amorosas: sin una dosis elevada de amor y generosidad no hay cooperación que se sostenga.