Los educadores inquietos y comprometidos, que se forman y desean ser buenos profesionales, son un colectivo muy exigente consigo mismo, ¡lo compruebo cada día!
Con éxito discreto, a veces intento contener esa exigencia, porque demasiado frecuentemente acaba o bien en agotamiento docente o bien en intransigencia hacia lo que no es perfecto.
Un ejemplo de ello es la confusión entre requisitos básicos y criterios de calidad. Cuando me formulan las primeras preguntas en los cursos y jornadas, muchas veces son dudas lógicas en intentar identificar y delimitar claramente qué es y que no es el aprendizaje-servicio.
Son cuestiones del tipo: ¿hasta que punto tiene que ser voluntario el servicio para que tal o cual práctica la podamos considerar aunténticamente ApS?. O bien: ¿una práctica universitaria de carácter solidario es aprendizaje-servicio o no lo es?. O incluso: ¿cuánto de intenso, largo y complejo debe ser el servicio para que la experiencia sea de aprendizaje-servicio?…
Frente al aluvión de preguntas como éstas yo suelo insistir en que es necesario, para no volverse fastidiosamente rígido e intransigente, establecer la diferencia entre identidad (ser un proyecto de aprendizaje-servicio) y excelencia ( ser un proyecto excelente de aprendizaje-servicio). Como en cualquier práctica educativa, los proyectos de aprendizaje-servicio pueden ser grandes o pequeños, mediocres o muy buenos, fáciles o difíciles.
Incluso puede pasar que, reconociendo un proyecto de aprendizaje-servicio, llegues a la conclusión de que no te gusta, de que tu no lo escogerías… tal vez porque la necesidad social te parece irrelevante, o porque los aprendizajes no son suficientemente curriculares para tu listón de exigencia.
Pero no nos equivoquemos: un proyecto de aprendizaje-servicio donde la participación de los chicos y chicas ha sido irregular, la adquisición de conocimientos poco consolidada, o ha padecido cualquier otra debilidad, no pierde, por ello, su identidad de aprendizaje-servicio. Simplemente, «no es excelente», sino… ¡muy mejorable!.
Sería un error negar taxativamente la identidad ApS a un proyecto que no reúne óptimos niveles de todo lo deseable. Si esperamos a lanzarnos en hablar inglés a tener un acento de Oxford, tal vez no lo hablemos nunca…
Aceptemos, con un poco de humildad, que hay que partir a veces de la mediocridad para ir mejorando con el tiempo.