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Extraordinario sentido común

¡Parece un oximoron!… ¿Cómo puede ser extraordinario lo que es común? Creo sinceramente porque también es extraordinaria la capacidad que tenemos las personas para que se nos vaya la olla.
El sentido común a veces tiene mala prensa. Parece una cualidad de la gente aburrida, timorata, conservadora… En cambio la locura es cool. Las personas con escaso sentido común tienen fama de divertidas, disruptivas, creativas y un sinfín de cosas buenas.
Yo no estoy de acuerdo. Bueno, un poco sí, pero no totalmente. Creo que un artista consagrado se puede permitir el lujo de carecer de sentido común. Incluso un punto de locura puede ser mejor compañía para desarrollar su talento artístico. Porque para tocar con los pies en el suelo, el artista consagrado ya tiene a su representante o mánager.
Pero las personas que trabajamos con y para otras personas (arquitectos, peluqueros, comerciantes, médicos, educadores… ) necesitamos el sentido común como agua de mayo, porque es imposible ser responsable sin gota de sentido común, mal que nos pese.
Por eso me encanta esta anécdota sobre los Juegos Olímpicos de Barcelona que compartió en su blog hace pocos días el amigo Miquel Pucurull, un gran atleta del que siempre, siempre, aprendes algo:
Se está celebrando el 25 aniversario de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Se rememoran con creces las hazañas de los grandes deportistas de aquellos días. Pero de quien no se habla es de Pyambu Tuul, de Mongolia, el corredor que llegó último en el maratón. La terminó dos horas después del primer y no le dejaron entrar en el Estadio de Montjuïc como en el resto. Estaban preparando la ceremonia de clausura y lo desviaron a una pista anexa que servía de calentamiento de los atletas. En la meta sólo había dos jueces y dos periodistas. Nadie lo aclamó. Nadie lo vitoreó. Pero él saltaba de contento en cruzar la línea de llegada. Uno de los asistentes le preguntó la razón de su euforia, haciéndole ver que el tiempo que había hecho (04:00:44) era muy malo. La respuesta del mongol fue muy clara: No, mi tiempo no ha sido malo. Mi tiempo significa el récord olímpico de maratón de mi país. Otro le preguntó si aquel había sido el día más grande de su vida. Contundente, replicó también que no. No. El mejor día de mi vida fue cuando recuperé la vista y pude ver a mi mujer y mis dos hijas por primera vez. Son preciosas! . En una expedición médica humanitaria en Mongolia, un oftalmólogo le había hecho un transplante de córnea seis meses antes de los Juegos porque, de un accidente cuando era pequeño, se había quedado ciego.
A Pyambu Tuul no se le fue la olla. Colocó las cosas en su justo punto, demostró a los periodistas un sentido común extraordinario y nos a todos una lección de lucidez y madurez. Sentido común en estado puro. ¡Una joya!
Seamos locos, divertidos y disruptivos en lo que haga falta… pero conservemos el sentido común que nos hace valorar objetivamente nuestros aciertos y fracasos, así como nuestras relaciones con las demás personas.

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