¿Qué principios definen el voluntariado? Ésta fue una de las preguntas que nos planteó esta mañana en Madrid José Manuel Fresno en el grupo de reflexión impulsado por la Plataforma del Voluntariado de España.
Y el debate nos llevó a separar separar lo que son las motivaciones personales de los valores que subyacen en la acción voluntaria.
Lo que motiva a una persona a enrolarse en el voluntariado puede ser una infinidad de estímulos, desde los más afectivos, como encontrar amistad, a los más éticos, como el deseo de contribuir a una sociedad más justa.
Sin embargo, sea cual sea la motivación personal, la acción voluntaria gira entorno a cuatro principios, presentes con prioridad e intensidad variables: la solidaridad, la participación, el compromiso y la no remuneración.
Por otro lado, es necesario diferenciar el voluntariado de las acciones cívicas de buena convivencia, como el acto de donar sangre, el pagar una cuota a una ONG, o el ayudar espontáneamente a atravesar la calle a una persona con dificultades motrices.
¡Qué delicado resulta a veces esclarecer estas cosas sin caer en esencialismos! Máxime cuando en el contexto actual, las TIC están aportando posibilidades tanto de voluntariado no presencial como de activismo a través de las redes sociales, y ambas facetas pueden ser absolutamente útiles a una organización de voluntariado.
En mi opinión, el voluntariado es como un ecosistema donde coexisten muchos elementos diferentes que se apoyan y refuerzan los unos a los otros. Como un encinar, cuyo eje es la encina, acompañada de brezos, madreselvas y lentiscos…
Pero ¡alerta!… porque si el clima es más frío o la zona más umbría, igual encuentras también bojes y enebros. Incluso, si hay rocas, la preciosa oreja de oso, esa especie de violeta resistente, capaz de revivir después de haberse desecado…
Leyendo a Bernardo Kliksberg, hay que cuidar este ecosistema, porque es un gran productor de capital social en acción, movido por una poderosa fuerza: el compromiso ético.