El protagonismo es una buena cosa, pero envuelto con endogamia y narcisismo es francamente nocivo.
Viene esto al caso de la aspiración muy justificada de los educadores de que los chicos y chicas participen al máximo en todos los proyectos de aprendizaje-servicio.
Frecuentemente asociamos el nivel más alto de participación al poder de decisión. Cuantas más decisiones tome el chico o chica, más protagonista será y más satisfactorio, por tanto, el proyecto educativo.
Efectivamente, ¿dónde queda la participación de los chicos y chicas si lo damos todo masticado? ¡Buena pregunta!
Una vez, una educadora británica, «militante» de los procesos de participación del alumnado me contaba su desconcierto (y un poco de desesperación) después de una convivencia de clase de lo más participativa y autogestionada donde el espíritu crítico de los chicos y chicas se había concentrado en exigir un sabor un poco más intenso en la naranjada que tomaban cada mañana.
La verdad es que puede ser protagonista y participativo en auténticas chorradas. Se pueden tomar decisiones autónomas, dialogadas y consensuadas mirándose obcecadamente el ombligo.
En los proyectos de aprendizaje-servicio la participación de los niños y niñas no puede partir del ego, del ¿qué me apetece hacer? sino del ¿que necesita el entorno?. No puede partir de escucharse a sí mismo, sino de escuchar qué hacen las entidades sociales y los movimientos populares, por qué y para qué luchan y cómo nos interpelan sus causas.
Como que este tema genera bastante discusión, he optado por abrir una página especial donde cuento como veo lo de la participación en los proyectos ApS. ¡Bienvenidos sean los puntos de vista diferentes!
La foto que ilustra este post es del acto de clausura de [REC]fugiades, un extraordinario proyecto de los chicos y chicas de 4º de la ESO del Colegio Mare de Deu dels Angels de Barcelona. Un ejemplo clarísimo de protagonismo juvenil abierto a la escucha y la colaboración con las entidades sociales y con los colectivos de personas refugiadas e inmigrantes.