Buda nació en un palacio rodeado de lujos, protegido de toda adversidad. Pero un día salió y descubrió la vejez, la enfermedad y la muerte. Ese encuentro con la realidad lo transformó: ya no podía vivir encerrado, quiso buscar la felicidad para todos.
La historia es antigua, pero su enseñanza sigue vigente. También la escuela, durante mucho tiempo, ha vivido entre muros, centrada en exámenes y programas, aislada de los problemas reales. Sin embargo, cuando se abre al entorno y deja que el entorno entre en ella, ocurre lo mismo que le sucedió a Buda: descubre la vulnerabilidad, la injusticia y la necesidad… y se compromete a buscar soluciones colectivas.
Los 343 proyectos de Aprendizaje-Servicio presentados este año, cuya entrega de Premios ha tenido lugar en Ciudad Real en la gala del XVIII Encuentro Estatal de ApS, son la mejor prueba de que la educación, cuando se abre al entorno, se convierte en motor de transformación social. Estudiantes que han cuidado la salud mental y la convivencia a través de la música, creando espacios de expresión y acompañamiento emocional. Jóvenes que han acompañado a mayores en el medio rural, combatiendo la soledad y reforzando la cohesión comunitaria. Grupos que han salvado vidas promoviendo la donación de sangre, recordándonos que la solidaridad puede ser, literalmente, cuestión de vida o muerte.
Otros equipos han plantado cara a la violencia hacia mujeres migrantes, visibilizando una realidad silenciada y ofreciendo apoyo concreto. Han trabajado contra el cambio climático con acciones locales de impacto global: desde la reforestación hasta la reducción de residuos. Tras la Dana de Valencia, estudiantes se organizaron para proporcionar muebles y reparar ordenadores, demostrando que la educación también puede ser respuesta inmediata ante la emergencia.
La lista es larga y esperanzadora: proyectos que enseñan hábitos saludables en barrios vulnerables, que crean espacios sostenibles y poéticos para jóvenes y mayores, que difunden la economía circular y preservan la biodiversidad. Incluso los más pequeños, desde la Educación Infantil han mostrado que pueden cambiar el mundo, recordándonos que la edad nunca es un límite para la solidaridad ni para la acción transformadora.
El impacto social es evidente: comunidades más cohesionadas, personas vulnerables acompañadas, problemas ambientales enfrentados con creatividad y compromiso. Pero lo más importante es que, permitir al alumnado conocer esta realidad es más honesto que ocultársela. La escuela no puede seguir siendo un palacio que protege de la dureza del mundo: debe ser un espacio que prepara para enfrentarlo con valentía y solidaridad.
La LOMLOE lo expresa con claridad: la vinculación entre las competencias clave y los retos del siglo XXI es lo que dará sentido a los aprendizajes. Y esos retos —la salud mental, la igualdad, la sostenibilidad, la justicia social— no se resuelven con libros cerrados, sino con proyectos abiertos al entorno.
El Aprendizaje-Servicio es, en definitiva, la valentía de salir del palacio. Es la decisión de no mirar hacia otro lado ante los problemas sociales y los abusos que los generan. Es la convicción de que la educación no puede limitarse a transmitir conocimientos, sino que debe convertirse en acción transformadora.
Por eso estos premios no son solo un reconocimiento. Son un recordatorio de que la verdadera felicidad y el verdadero aprendizaje se alcanzan cuando se buscan para todos.
Paco Barea Durán
Presidente de la Red Española de Aprendizaje-Servicio